Cuando los funcionarios de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en ingles), se encontraron ante los intentos de flexibilizar las regulaciones ambientales por las que habían trabajado durante muchos años, decidieron que recurrir a la data científica que habían recopilado, para limitar - en la medida de lo posible - los impulsos desreguladores.
Un ejemplo de ello, lo encontramos en la norma sobre hollín fino industrial; la nueva administración no quería endurecer la regla (el número de microgramos permitidos), que hubiera implicado que refinerías de petróleo y las plantas de carbón instalen costosos controles de contaminación o incluso que cierren algunas operaciones.
Los científicos de la EPA revisaron datos sobre salud, concluyendo que la regla actual todavía estaba matando personas y querían que sus advertencias se hicieran públicas. Entonces, en un borrador de evaluación científica de riesgos, colocaron estos datos críticos, donde se estimaba que el estándar actual, que permite 12 microgramos de hollín fino por metro cúbico de aire, está "asociado con 45,000 muertes" anuales. En un párrafo separado, los científicos escribieron que, si la regla se ajustaba a 9 microgramos por metro cúbico, las muertes anuales caerían en aproximadamente un 27% o 12,150 personas al año.
De esta manera, los datos científicos han empezado a constituir la mejor herramienta para evitar o revertir la flexibilización de normas ambientales, dado que se prevé que muchas de estas iniciativas serán cuestionadas en cortes judiciales, donde se espera que los jueces valoren los datos considerados en los propios documentos oficiales.
Mayor información: https://www.nytimes.com/2020/03/27/climate/trumps-environmental-rollbacks-staff-scientists.html